Tal parece que somos un país socialmente maltratado. Vivimos en una zona sísmica, sujeta a tsunamis que someten a sus habitantes a periódicos desastres naturales. Politicamente, desde nuestra independencia, hemos sido una nación (pero no la única) que se ha visto envuelto de guerras civiles y constantes enfrentamientos entre clases sociales. Y mientras los países que nos descubrieron y colonizaron se desarrollan, mejoran su calidad de vida, y viendo agotados sus recursos, saquean los de otros, nosotros aún no nos ponemos de acuerdo y permanecemos con poco desarrollo tecnológico, barriendo la basura debajo de la alfombra, siempre pensando en el corto plazo y sólo reaccionando a cuanta negligencia humana es posible cometer.
Lo más reciente, fue la dictadura de los años 70 y 80 donde muchas personas fueron torturadas sistemáticamente, y mientras algunos se organizaban en forma oculta, otros ni sabían lo que estaba pasando. Y sin embargo, historias de crueldad se contaban. Para infundir miedos, o incluso tal vez para causar ese no empático sentimiento de "por lo menos no me sucedió a mi".
Con la supuesta "vuelta a la democracia", los derechos humanos fueron los primeros conceptos que se mostraron a la sociedad, con el consiguiente repudio a tales defensas por considerarse un "retroceso social" y que el país debía olvidar, levantar cabeza y seguir adelante. Por lo tanto, la única forma de remecer a la sociedad de lo que ocurrió fue sacar a la luz pública los relatos de las torturas. Y así, muchos supieron en forma cruda, cómo las víctimas sufrieron.
Recuerdo cuando tenía como 16 o 17, y comenzaron a circular unas películas llamadas "Las caras de la muerte", donde se mostraban muertes reales. Y existía una extraña competencia de verlas para demostrar valentía. Mientras tanto, comenzaban a cuestionarse los contenidos televisivos por la cantidad de escenas violentas. Pero al parecer, dichas cosas obtenían "buen rating".
Lo siguiente tuvo que ver con los delitos de robos, asaltos y violaciones. Y así, las campañas electorales giraban en torno a garantizar seguridad frente a estos eventos. Pero era necesario crear la necesidad de seguridad, a través de la inseguridad por la cantidad de eventos. ¿Se han dado cuenta, que a veces las noticias deportivas o artísticas tienen mucha redacción, mientras que las policiales o de accidentes contienen mucha descripción, e incluso llena de preguntas con respuestas obvias, o a veces una misma pregunta hecha a muchos testigos?. Pues, mientras eso ocurre, se suelen mostrar imágenes, a veces crueles o más bien, al igual que con el erotismo, imágenes de permiten que la imaginación construya lo que falta.
Y llegó el terremoto del 2010. Toda una sociedad en shock, temerosa de las réplicas, pero atenta a las informaciones. A las entrevistas, a los destrozos, a la cantidad de muertos, a la búsqueda de culpables, a esos videos desgarradores de personas que filmaron su desesperación mientras buscaban refugio.
Estos días, hubo un trágico accidente. Con una particularidad social, tal vez imprevista. Parte de las víctimas eran populares artistas de la televisión. ¿Qué puede implicar esto, a diferencia de todo lo anterior?. Que mientras antes, la mayoría eran espectadores, ajenos al dolor humano de las víctimas y familiares, hoy esa mayoría comparte el dolor, porque las víctimas eran cercanas a los espectadores.
Y mientras algunos lamentan las pérdidas o depositan su fe en un milagro, otros buscan afanosamente esa noticia que indique cómo sufrieron, si sabían o no que iban a morir. Esa noticia que diga explícitamente cuán desmembrado estaba el cuerpo. ¿Y para qué?. ¿Para poder comprobar que sus ídolos eran de carne y hueso?. Quieren ver la carne, y el hueso.
La televisión, por otra parte, ahora es protagonista de lo que reporta. Ellos son ahora, las familias en dolor. Hay respeto. No hay "acoso" periodístico para preguntarle a las familias cosas como: "¿Y qué siente de haber perdido a su ser querido?". Ahora, saben lo que se siente. ¿Será una lección aprendida respecto al respeto humano por el prójimo y su dolor?. Esperemos que sí ¿Será una lección que haga cambiar el switch de la morbosidad por lo trágico?. Sería mucho pedir.
Por suerte tengo televisión por cable. Me carga escuchar a la Consuelo Saavedra preguntar tanta estupidez como si ella quisiera saber si los cuerpos explotaron esparciendo tripas por la isla o si alguien será lo suficientemente atinado y llevar una cámara a las profundidades y ver los cadáveres sentados en el fuselaje. Supongo que es exagerado pensarlo así, pero es lo que mi imaginación hace con dichas especulaciones.
No somos una sociedad inteligente y emotiva. No nos permitimos vivir el duelo, y luego retomar una investigación. Siempre estamos aprovechando la oportunidad de ser los primeros en cuestionar algo, contar algo descabellado, sacarle ese sentimiento que desagarra a los protagonistas. La televisión nos educó así, y tal vez a muchos nos gustaría seguir viendo morir a más ídolos.
Es una lástima a lo que hemos llegado gracias al poder que ejercen "ellos" sobre nosotros.
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